Desde pequeño, gracias a la dislexia que padecí, me fascinó las diferentes formas de adquirir el conocimiento. Después del conocimiento, exploré la comunicación, la verbal y la no verbal. Y ahora le doy un terrible significado a las palabras y a lo que significan. Poco a poco, me he convertido en un "Patrik Jane" que en un minuto intenta descifrar la persona que tiene delante, soy como "el mentalista" pero sin un traje de corte ingles…
Las reuniones, nunca las hago más largas de 30 minutos, ya que mi cerebro se pone en piloto automático mucho antes del minuto 30. Y lo que es peor, sé que me interlocutor desde el minuto 10 ya no me presta atención. Esta no es una cuestión de listos o de tontos, simplemente es nuestro cerebro el que se protege de tanta información. Daros cuenta de los millones de datos que al cerebro le llegan al cabo del día, que tiene que procesar y después emitir una respuesta. Como ejercicio, os sugiero que os paréis de camino al trabajo, cerréis los ojos e intentéis identificar tantos sonidos diferentes como podáis. Os vais a maravillar!!! y esto sin que tu parte consciente en el día a día se de cuenta.
Después de estos 10 minutos, todo es teatro. Nuestro cerebro nos mete en conversaciones rutinarias: la crisis, el tiempo, las vacaciones,… Son conversaciones donde ya sabemos las preguntas y las respuestas y en las que no tenemos que discurrir. De hecho, mientras que estamos en este tipo de conversaciones, nuestro cerebro puede estar pensando en otras cosas a la vez: hoy tengo que hacer la cena o tengo que pasar por el supermercado,… Sabiendo esto, es muy importante estar el tiempo justo con nuestros interlocutores, saber utilizar los temas banales pero no abusar de ellos y saber hacer preguntas "abiertas" (las que no se contestan con si o con un no) para comprobar el nivel de atención de la persona con la que hablamos
Este texto lo podías haber leído en tres minutos, aunque te han distraído una vez por lo menos (otra persona, el móvil, algo que has recordado que tenías que hacer con urgencia,…) y has tenido que releer un par de veces el segundo párrafo porque se te fué el santo al cielo. Así que, vas por el minuto siete y no te quiero robar ni un segundo más.
Último consejo: huir de los que quieran robar vuestro tiempo. Con 10 minutos, ya tienen más de lo que os están dando ellos a vosotros
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